(el título y los subtítulos son de mi editor)
Una experiencia decepcionante me ocurrió hace unos diez años, cuando, 
en una asesoría para docentes de primaria, se les pidió a los docentes una 
definición formal, operacional o “a gusto del cliente” de los siguientes
 conceptos: posición, desplazamiento, movimiento, velocidad, 
aceleración, fuerza, masa, potencia, presión.
Casi solo se pudo sacar 
con cuchara, entre risitas inseguras y nerviosas, que la gran mayoría 
contestase: “¡Diay, profe:    energía!”
 Se solicitó entonces que caracterizaran el concepto de energía, y lo 
que se obtuvo fue: “Empujar, mover, viajar rápido” y un conjunto de  ademanes típicos 
del levantador de pesas y hasta pasos de baile, pero
-ningún concepto 
científico-.
 “Vibras positivas”.  
 Es sorprendente ver cómo educadores no tienen claros los conceptos 
básicos de ciencias físicas, pero los enseñan de alguna manera, para tratar de ayudar a sus 
estudiantes a lograr un aprendizaje (¿correcto? Bueno eso no se sabe).
 A partir del primer gobierno de    Óscar Arias, noté un énfasis fuerte en enseñar (en realidad creo que -solo hablar-) el concepto de “energía, sus 
formas y aplicaciones”, propiciado por alguna consigna de los asesores del Ministerio de 
Educación y quizás alentada por el Micit y el Conicit. 
También pude ver cómo la palabra “energía” se convertía 
poco a poco en el -supersinónimo para las conversaciones   light-. 
 Luego sucedió lo mismo con “vibraciones”, término al que fueron 
pegándosele los adjetivos “buenas y malas, negativas y positivas”. Como 
en “buenas vibras”, “energía negativa”, etc. 
Frecuentemente las personas usan energía y vibraciones, sin querer referirse al concepto propiamente. Les basta con que su uso suene bien, para no parecer ignorantes.
 
Los físicos e ingenieros comenzaron hace mucho a -usar- el concepto “energía” como una cantidad escalar (no tiene dirección, 
solo magnitud); por tanto, es positiva.
 Al igual que el dinero, la energía es una cantidad intrínsecamente positiva.
No hay 
energía ni dinero negativo. 
Claro está, cuando se lleva una contabilidad
 o se establece un nivel cero de comparación, las deudas de dinero y el 
faltante de energía pueden anotarse como un valor negativo. Pero el signo
 menos (-) solo está en la operación matemática, no en la entidad física 
llamada “energía”.
 De igual manera, cuando usted recibe un saldo en rojo en su cuenta bancaria, esto no significa que haya colones negativos.
 Calor.   En el 2008 estuve en una sala dentro de la pirámide de    Kefrén y al año siguiente a campo abierto en    Machu Picchu.  
 En ambos sitios, algunos  de los viajeros dijeron la frase típica: 
“¡Cómo se 
siente la energía!”. 
Las dos veces no entendí claramente a qué se 
referían. 
Desde luego, los sitios son impactantes y lo llenan a uno de 
emoción, especialmente si ha estudiado el tema antes del viaje para 
sacarle provecho a la experiencia.
 En la pirámide 
hubo tanta gente hablando de la energía que sentían, que me atrevé a preguntar: 
“¿Como de cuantos joule de energía están hablando?” y 
“¿A qué tipo de energía se
 refieren: cinética, potencial, calórica, electromagnética...?” 
Como 
respuesta solo obtuve miradas y sonrisas piadosas y que ya no quisieran 
conversar con el insensible físico.
 Desde luego, 
dentro de la pirámide sí ocurre una transferencia de energía, pero en el
 ámbito físico del concepto pues se siente frío.
La consecuencia del 
paso de energía térmica (calor) del cuerpo a mayor temperatura (nosotros) a las paredes de la 
habitación.
 Eso era lógico: los visitantes estábamos a una 
temperatura mayor por haber permanecido al sol en la meseta de Guiza, y,
 al tocar las paredes, hubo un paso de energía (calor) por “conducción”.
 
 Además, las moléculas de vapor de agua del sudor se evaporaron desde la piel y retiraron energía de nuestro cuerpo (calor), esta vez por “convección”.  
A una temperatura al menos 15 grados mayor que las paredes de la pirámide, el cuerpo también transmitió energía por “radiación”. 
 ¿No es que se había aprendido 
todo esto en el colegio?
 Desde luego que toda 
actividad biológico-químico-física, por pequeña que sea, incorpora una 
cierta cantidad de energía, incluso si se trata de amor, miedo, sorpresa
 o admiración por algo. 
¿Pero no podríamos llamarlas por su nombre 
específico, correcto y no ambiguo?
 Ideas claras.   Como 
astrónomo aficionado, tengo amigos que me llaman “astrólogo” y otros que
 me preguntan sobre “ovnis”. 
A todos, con respeto, sin decepcionarlos, 
les digo: “De eso sé casi nada”. 
En conversaciones, a veces preguntan 
sobre “buenas y malas vibraciones”, y también sobre energía por encima y
 por debajo del cero.
 Con respecto a las vibraciones,
 sería válido preguntarles: 
“¿De qué frecuencia, longitud de onda, o de cuánta cantidad de energía se habla?”
Pero, en este caso, tal vez  nunca se 
obtendrá (de ellos) una respuesta dentro del campo científico. O le dirán que usted no tiene empatía.
 A
 veces me pregunto si muchas otras personas carecemos de esos sensores 
tan finos de frecuencia y de energía, como algunos supuestamente creen que poseen.
Yo lamentablemente no tengo esa capacidad.
 Es muy importante el uso del vocabulario preciso en todos los campos en
 los que se quiere obtener un aprendizaje valioso y de utilidad: esta es la manera de 
evitar ambigüedades.
 Desde luego, a veces se cometen 
deslices porque no es fácil lograr un dominio, ni una concentración al cien por ciento. 
Ante niños no debería hablarse de “estrellas fugaces”, sino 
de    “meteoros”.
A menos que se tenga la oportunidad de explicar la poesía allí mismo, que es bella y no la debemos anular.
 
 Tampoco habría que declarar: “El volcán Turrialba está vivo”, como a veces los hacen algunos periodistas.
Porque no 
es conveniente causarles líos a los profesores de biología, ni confundir
 a la mamá que repasa con su hijo el concepto de “vida”.
 El uso de la palabra    “energía” 
  aún sigue de moda en conversaciones de café, pero requiere una 
clarificación conceptual, y me gustaría intentarla aquí.
No es 
fácil hacerlo sin que parezca dar una clase de ciencias desde un 
periódico pues el sombrero de educador no se me quita... y no tengo ni uso otro.
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Este lector considera que el concepto de energía no se puede definir (o caracterizar de alguna manera), porque es abstracto. 
¿A usted qué le parece?
Voy a intentarlo, como propuse en el último párrafo, pero tendrá que visitar el periódico cada mes por esta fecha, ya que esa es la periodicidad que me concede Áncora.
Lea en los vínculos siguientes lo que yo considero se puede usar para caracterizar (definir) el concepto de energía, según lo que he aprendido de físicos, ingenieros y científicos en general. 
Lo recomiendo a maestros y padres (madres) de familia, para conversar sobre el tema con niños de 11 y 12 años, porque creo que debe distinguirse claramente de otros conceptos similares.
¿Se podrá también con adultos?