¿Sabe qué pasaría si esto no se hace?
Pero primero, tratemos de contestar esta pregunta:
¿Para qué se utiliza un calendario?
Me gusta la definición que aparece en Wiki pedía:
Considero que para nuestro planeta y sus habitantes éste último es el ciclo más apropiado, por su tamaño, significado y porque requiere menos ajustes (lea en mi blog “260 días entre un sol cenital y el siguiente”).
Un calendario debe estar basado en ciclos que se repitan un número significativo de veces, dentro del período de vida de un ser humano, para que pueda apreciar sus retornos, aprender a distinguirlos y usarlos con ventaja, es decir para que sea una ayuda en su cuenta del tiempo.
Un calendario con ciclos largos de 20, 50, o más años, no me parece de mucha ayuda en la cotidianidad del ser humano.
Tampoco con ciclos muy cortos como de 29, o 28 días (lunar) ni aún de 260 días como el Tzolkin Maya, por la cantidad de ajustes que hay que hacerles para mantenerlo caminando parejo con la naturaleza.
A menos que esto no sea de importancia para el usuario y no se ajusten, lo cual es perfectamente válido, si el calendario obedece a un fin más importante para el pueblo que lo usa (lea en mi blog “Ciclos en el tiempo”).
Un calendario solar está diseñado con base al movimiento -aparente- del Sol respecto a la Tierra y es un reflejo de su posición, estaciones y clima en esta. Obviamente necesita ajustes periódicos para funcionar con un número entero de días, digamos 365 (o 366) que son los valores más cercanos a la duración de una órbita completa de la Tierra alrededor del Sol (365,24219 días).
Pero cualquier calendario que cuenta días en números enteros, obviamente necesita ajustarse.
Todos los pueblos que usan calendarios solares, quizás solo son conscientes de la aparente incomodidad que causa un día más en febrero, en años bisiestos.
No vemos el aporte del ajuste, que en dos tres siglos ha logrado mantener, que en febrero de cada año haya clima frío, nieve, etc., en la Zona Templada del Norte, o que en Costa Rica siempre haya días con poca lluvia.
El clima repetitivo y el mismo cielo nocturno durante los mismos meses del año, nos lo recuerda un calendario solar ajustado periódicamente, para que ese prácticamente no se desajuste.
Eso la humanidad lo ha considerado importante, desde que los egipcios diseñaron uno de los primeros calendarios solares, hace unos 5 000 años.
En un calendario -sin ajustes-, siempre de 365 días como el Haab Maya, el inicio de cada año (0 Pop) se va atrasando un día cada cuatro años.
¿Cuánto será el atraso en la vida de una persona, o en cien, o mil años? (Lea en mi blog “Nací el 12•16•9•5•0 11Ahau 13Cumku”).
El Haab no hace correcciones para mantener un acople cercano, entre el conteo de enteros y la cantidad con decimales del número de días de una órbita terrestre.
Entonces, los fenómenos naturales como las crecidas del Nilo, el clima, el aspecto del cielo nocturno, los solsticios y los equinoccios, perihelios y afelios, salidas heliacales de planetas y estrellas, etc., se deslizan por todas las fechas del calendario.
El calendario que usamos, con sus aparentes imperfecciones y su ajuste en febrero cada cuatro años, que a ratos no entendemos, es realmente una buena herramienta para sistematizar el transcurso del tiempo y hacernos más fácil esa parte de nuestra vida.
Desde luego podemos decidir usar otros calendarios y como en todo, eso conllevará sus particulares consecuencias.
Eso no sucede, por ejemplo en Costa Rica, que alrededor del 15 de abril esperamos sol cenital a mediodía, no en una fecha de diciembre.