Esa parece ser la conclusión de los científicos de la Universidad de Chile, producto de sus observaciones de la estrella HD142527 en la constelación Lupus, realizadas con el conjunto de radiotelescopios ALMA, en el Desierto de Atacama.
No son imágenes fotográficas. A la izquierda hay un modelo construido con los datos de ALMA. A la derecha una interpretación artística. |
Esa región es lo que
llamamos una nebulosa estelar, esto es, una en la cual las inevitables fluctuaciones
de densidad pueden conducir a la formación de una estrella. Más o menos similar
a la región donde ocurrieron las etapas
y condiciones para que se formara el Sol y su sistema.
Si le parece considere esa
nebulosa como un enorme 'huevo cósmico', con un tamaño de unas mil veces la
distancia Tierra-Sol, cuya densidad aumenta hacia el centro, donde la fuerza de
gravedad cada vez acumula más partículas para, al final, formar una nueva estrella.
La atracción gravitatoria
es implacable, crece proporcionalmente a la masa que se acumula en la
protoestrella. A medida que las partículas caen hacia ese centro de atracción,
la conservación del momento angular las pone a girar y pronto prevalece un
sentido único de rotación, por ejemplo como están orientados los dedos de su
mano derecha (pulgar hacia Polaris), en el caso del
Sistema Solar. Pero esto al mismo tiempo aplana la nebulosa, convirtiéndola en
un grueso disco, en cuyo plano se acumula la mayoría del material original.
Al conglomerarse y
apretarse fuertemente las partículas, la
energía potencial gravitatoria se trasforma en energía térmica y la temperatura
de la protoestrella aumenta vertiginosamente. La alta temperatura y presión de
las capas externas sobre el núcleo favorecen las altas velocidades y las
colisiones entre partículas. Comienza entonces a producirse las reacciones de fusión
nuclear, la protostrella se vuelve 'luminosa', emite radiación y partículas
elementales, ha nacido una nueva estrella.
Ahora inicia la etapa de formación
de cometas, asteroides, planetas y satélites. Las partículas en el disco
protoplanetario alrededor de la estrella, donde la fuerza de gravitación tiene igual
magnitud que la requerida fuerza centrípeta, se establecen en órbitas
estables. Luego se aglomeran creciendo en masa, acumulando polvo y gas. Primero estos
objetos son del tamaño de asteroides, luego del tamaño de la Tierra y algunos
crecen hasta el tamaño de Júpiter y
más. Con la ayuda de su creciente campo
gravitatorio comienzan a 'limpiar' su órbita, agregando casi todos los objetos
coorbitales, lo que deja una brecha interplanetaria (un casi vacío) en el disco, digamos que entre unas 10 a 140 unidades astronómicas de la estrella.
Y aquí viene lo
interesante, descubierto, o más bien confirmado, por los astrónomos de ALMA y publicado en Nature el 2 de enero:
- Planetas jóvenes, de unos pocos millones de años de edad y como del tamaño de Júpiter, empleando su fuerte campo gravitacional, se alimentan chupando gas del disco gaseoso, externo a la brecha interestelar que están limpiando.
- Una buena porción de los chorros de gas que caen al planeta, tienen la suficiente velocidad para no quedar atrapados por este y continúan cayendo hacia la estrella, reemplazando con gas nuevo el disco interior (del borde interno de la brecha interplanetaria que esta a unas 10 unidades astronómicas, hasta la estrella misma).
- La estrella, obviamente más vieja que el planeta, pero aun relativamente joven, tiene entonces la posibilidad de seguir creciendo engullendo gas del disco interno.
ALMA Minds the (Planet‑Forming) Gap
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