[Esta presentación fue construida con material aportado por
Larissa Fung Chiong,
como parte de un trabajo comunal, para su Colegio; Anglo-Americano.]
Una nebulosa es una enorme nube de gas (principalmente hidrógeno y helio) y polvo cósmico que “flota” en el espacio interestelar. Son esenciales en el ciclo de vida de las estrellas: algunas dan origen a nuevas estrellas, mientras que otras son restos de estrellas que han “muerto”.
Pueden medir cientos de años luz de diámetro.
Su temperatura
varía desde casi el cero absoluto en nebulosas oscuras hasta más de 10,000
°C en nebulosas de emisión.
El color depende de los elementos presentes y del tipo de luz (emisión, reflexión, absorción). Rojo: Hidrógeno (línea H-alfa). Verde: Oxígeno. Azul/violeta: Reflejo de luz estelar.
Las nebulosas pueden
surgir de dos formas principales:
Nacimiento estelar: Una nube molecular colapsa por gravedad → se forman
estrellas → la radiación ioniza el gas → nace una nebulosa de emisión.
Muerte estelar: Una estrella expulsa sus capas externas (como el Sol en
unos 5 mil millones de años) → se forma una nebulosa planetaria o de supernova.
No suelen encontrarse en galaxias elípticas, que tienen estrellas más viejas.
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El Catálogo Messier incluye varias nebulosas espectaculares
M27, la Nebulosa Dumbbell, fue la primera nebulosa planetaria descubierta.
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Las nebulosas son
importantes por ser cunas de
estrellas y planetas.
Ayudan a estudiar la composición química del
universo.
Revelan procesos de formación y evolución estelar.
Algunas
contienen moléculas orgánicas, clave para entender el origen de la vida.
La nebulosa más cercana a la Tierra es la Nebulosa de la Hélice (NGC 7293), ubicada en la constelación Aquarius. Se encuentra aproximadamente a 650–700 años luz de distancia. Es también una nebulosa planetaria, es decir, los restos de una estrella similar al Sol que expulsó sus capas externas al final de su vida.
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